1989. Moscú, Avenida de los Entusiastas. Estoy metido en el salón en casa de los padres de Sasha, mi pareja del intercambio que mi instituto organiza cada año. Chapurreo ruso con el padre de Sasha, y de alguna manera nos entendemos, a pesar de mis escasos conocimientos de este idioma. Nunca antes me hubiera imaginado que este idioma tan difícil, tan extraño me ayudaría a sumergirme en un mundo completamente nuevo para mí. En este momento nace mi pasión por los idiomas. Tres años más tarde. Leipzig, Sajonia. He decidido irme al Este de Alemania para estudiar ruso y francés en la facultad de Traducción e Interpretación. Otra vez me lanzo a un mundo que es nuevo para mí.
Durante más de 40 años nos separó el telón de acero, pero de repente cae el muro de Berlín, y hay que aprovechar esta oportunidad y estudiar mi idioma preferido donde mejor lo enseñaban, en Leipzig. En aquellos tiempos, Leipzig era una ciudad marcada claramente por su pasado reciente como la segunda ciudad más importante de la RDA. Allí entendí una cosa importante: Se puede hablar un mismo idioma y tener un fondo cultural distinto, pero en sentido positivo: nunca olvidaré como al entrar en una sala de fiesta de una residencia de estudiantes cada uno de los presentes me daba la mano – una costumbre bonita que no se conocía en el oeste de Alemania.
Dos años después, me fui a explorar otro rincón desconocido: el Cáucaso ruso. Me quedé cuatro meses en la ciudad de Pyatigorsk para profundizar en mis conocimientos de ruso. Fue una gran experiencia y supuso un intercambio cultural intensivo.
Durante la carrera, me fui a dos ciudades más: medio año a Ginebra, a la Facultad de Traducción e Interpretación para mejorar mis técnicas de interpretación y mi francés y a la Universidad Estatal de Moscú con una beca del gobierno alemán para dar clases de alemán. ¿Y el español? En Leipzig, conocí a una chica de Madrid que estudiaba alemán con una beca Erasmus.
Tardó unos años, pero al final me convenció para trasladarnos a su ciudad natal: ella comenzó a dar clases de alemán (hoy en día es profesora de secundaria en un instituto) y yo empecé a trabajar como traductor e intérprete freelance. Así nació, hace más de veinte años, “5idiomas”, actualmente con clientes en varios continentes. Los idiomas siguen siendo mi pasión, y también la he trasladado a mis hijos que son bilingües de alemán y español. Para no perder de vista la teoría de la traducción y mantenerme informado sobre las novedades en este campo, doy clases de teoría en Akad, una universidad privada ubicada en Stuttgart. Y para no perder el contacto con el mundo de la traducción e interpretación en general, soy miembro de ASETRAD, la Asociación Española de Traductores, Correctores e Intérpretes.
Y cuento con una red muy amplia de colegas y colaboradores que ofrecen todas las combinaciones lingüísticas posibles de 5idiomas: español, alemán, francés, ruso e inglés.